Los cuentos de mi abuela Keka

images (32)Yo crecía de noche, me dijo una vez Natalia. ¡Sí, de noche!
No le entendí, pero mi sonrisa fue una pregunta. Y Natalia me respondió entrecerrando los ojos para que el tiempo que hay detrás de los ojos no se fuera.
Yo era una niña de grandes ojos despiertos a la hora de dormir. Mamá, en la cocina, desarmaba las torres de platos blancos, llenaba la pileta de pompas de jabón y lavaba. Los cubiertos sonaban como cascabeles. Entonces era la abuela la que se sentaba al lado de mi cama, le arreglaba el sombrero al velador para que la luz no me diera en la cara, y me contaba cuentos, cuentos.
¡Oh, cuentos de la abuela!, dijo Natalia, cuentos fantásticos, distintos, pero iguales a los demás.
-¿Y en qué se diferenciaban entonces?
-En que aquellos cantaban. Aquellos cuentos cantaban.
Natalia cerró los ojos. ¡Sí, eran un regazo de palabras que me mecía!
Para que crezcas, me decía mi abuela, te voy a contar un cuento que vive dentro de una casita de versos.
No olvidaré aquella noche en que mirando el velador, le dije:
-¿Qué es un velador, abuela?
-Bueno… un dedito de sol-
-¿Y el sol?
-¡El sol! ¡El sol! ¿Qué te parece si para conocerlo hacemos un viaje al lejano, al muy lejano país que queda en el sol?
De la casita de versos, abuela sacó una escalera de rimas, y subimos, subimos las dos.

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Viaje al país del sol

En el sol hay un país,
lejano y desconocido;
tiene una ciudad redonda,
redonda como un anillo.

En el sol hay un palacio
donde vive un rey de vidrio;
oye cantar a los ríos,
a los ríos amarillos.

En el sol hay un establo
de nubes y un asno fino
en el que dan una vuelta
al mundo todos los niños.

En el sol está la punta
de un trompo desconocido,
de estrellas que nunca vemos
y de cielos infinitos.

Quien quiera llegar al sol,
que vaya primero al trigo,
y al limón que es una gota
fragante del amarillo.

Busque en la cara del día
el oro duro del níspero;
toque el punto de la rosa
dorada en cualquier camino.

En el sol hay un país
lejano y desconocido.

Para que guardes vos también esos cuentos que eran versos, te los dejo aquí, en un cofre de papel. Cada vez que levantes su tapa no me verás cumplir un año más, pero sí creciendo, creciendo por dentro y de noche, con la cabeza apoyada en las palabras de abuela, esas almo-hadas dulces de mi infancia.

Miguel Ángel Viola

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